La curiosa empatía entre plantas en una platanera
A
pesar de los enormes avances en el conocimiento de las plantas, algunas veces
siguen sorprendiéndonos comportamientos que no esperamos. Se podría decir, en
el caso de la platanera, que a la planta le gusta plantearnos nuevos retos y
desafíos a los que debemos adaptarnos si queremos tener nuestra finca en buenas
condiciones. Y pobre del que afirme saber todo de nuestro cultivo porque ya
se encarga la planta de llevarle la contraria.
La
observación diaria de la platanera a pie de campo es la única forma de conocer
con exactitud la situación de nuestro cultivo. Son tantas las variables
ambientales que intervienen en los procesos de la mata que podríamos decir que
nunca terminaremos de conocer del todo el porqué de sus reacciones. Un ejemplo
muy habitual se da en lo que concierne a la fertilización de la platanera.
En
condiciones normales, los técnicos realizan los planes de abonada en función del
resultado de las analíticas de suelo y hoja tomadas en la finca. Si seguimos lo
aprendido en las escuelas de agronomía, debemos recomendar un determinado plan
que supla las carencias nutritivas y obtenga un equilibrio en el suelo y la
planta. Podríamos, de esa manera,
obtener una analítica perfecta la campaña que viene y todos contentos.
La
realidad, sin embargo, nos dice que una analítica equilibrada no suele
corresponderse con una platanera en perfecto estado y, al revés, hay huertas de plátano
muy buenas cuyas analíticas reflejan algunas deficiencias. Esta aparente
contradicción ya ha sido estudiada en otras regiones productoras de plátano.
Algunos investigadores como Twyford y Walsmley (1974) y más tarde Turner y
otros (1988), estudiaron las relaciones entre los análisis de suelo y hojas y
el rendimiento de cultivo del plátano y encontraron muy poca relación entre
ellas.
También
López (1994) en Costa Rica, concluyó que no había una vinculación clara
entre las analíticas y el estado del cultivo. La influencia del tipo de suelo, su textura o
la profundidad de la tierra en nuestra huerta influyen incluso más que lo que
le aportamos en nuestra abonada. Pero no solo el suelo: un riego defectuoso,
una iluminación escasa, un contenido de materia orgánico insuficiente o un
desequilibrio en la microbiología de nuestro suelo puede convertir en papel
mojado el más perfecto plan de abonada.
Claramente,
no basta con una analítica para tener un buen cultivo. Y resulta imprescindible
caminar la finca para intentar conocer qué nos está pidiendo nuestra planta. O,
mejor dicho, para que nos devuelva lo que le pedimos: buenas producciones,
abundantes y de calidad.
Tomar
decisiones sin estar en la finca observando día a día lo que allí sucede puede
dar lugar a conclusiones erróneas con graves consecuencias.
Sirva
todo lo anterior de preámbulo para exponer un curioso fenómeno que hemos
observado en nuestra experiencia y para el que no hemos encontrado explicación
en la bibliografía y que tiene que ver con los nacimientos de las huertas
nuevas.
Cuando
renovamos una huerta completa utilizamos platanera in vitro homogénea y genéticamente
idéntica. En una huerta grande, pongamos
de una fanega, con una densidad de entre 800 y 870 plantas/ fanega en densidad
normal y plantada en julio, el inicio de las pariciones suele seguir un patrón
parecido cada campaña.
Primero
parirán algunas plantas que pueden estar “fuera de tipo”, plantas con poco grosor
que dan piñas precoces muy pequeñas o deformes. Estas plantas no son indicativo
del patrón de nacimientos de la huerta,
aunque a menudo se confunde. Las siguientes piñas en nacer suelen ser las matas
del borde, que reciben más luz y por tanto se desarrollan antes. A continuación,
comenzaría el resto de plantas y por último aquellas tardías que se encuentren bajo
muros, limitadas por árboles vecinos o con alguna limitación.
En
el resto de plantas de la huerta, con un marco de plantación exactamente
uniforme, sin riscos que den sombra, riegos por goteos nuevos, misma luz y
tierra solarizada, en buena lógica las piñas deberían nacer aquí y allá de
forma aleatoria siguiendo una distribución al azar. Sin embargo, llevamos
observando durante varios años que las pariciones se producen siguiendo un
patrón peculiar.
A
partir de la parición de una bellota dentro de la huerta, las siguientes en
parir, con una diferencia sorprendente de apenas un día o dos, son las plantas
que se encuentra al lado o alrededor de esa piña inicial, de forma análoga al
inicio de un incendio a partir de un foco de fuego que va extendiéndose a su
alrededor. En una huerta grande pueden
surgir varios focos, pero la pauta es la misma hasta que se completa la
parición de toda la huerta.
Si
tenemos en cuenta que en un año normal las piñas pueden tardar once meses en
nacer desde la fecha de su plantación, esto es, unos 330 días, es muy
sorprendente que las piñas de ese foco nazcan con diferencias de uno, dos, como
mucho, siete días escasos. En la foto que se adjunta en este artículo,
observamos cuatro bellotas seguidas nacidas exactamente el mismo día.
La
repetición observada de esta pauta se repite año tras año, aunque es cierto que
más en huertas abiertas no condicionadas por limitaciones externas de luz,
riego o suelo y parece más acentuado cuando las plantas están en doble
densidad.
A
falta de estudios o ensayos sobre este fenómeno, se podría sospechar que las
plantas de platanera se comunican entre sí de alguna manera.
Está comprobado que las plantas tienen formas de comunicarse entre ellas
por diferentes vías, y es un tema que no deja de sorprender a investigadores de
todo el mundo.
Una
de ella es a través de las raíces, mediante una red de hongos que forman unas “autopistas”
que permiten enlazar unas plantas con otras.
Es posible que eso pueda suceder en nuestra platanera. Otra vía de
comunicación entre plantas es la emisión de sustancias químicas volátiles que
son detectadas por las plantas vecinas sean o no de la misma especie y que las
puede alertar de alguna amenaza.
En
este sentido, resulta muy curioso el caso de las acacias, que cuando son comidas
por rumiantes emiten etileno que es captado por acacias cercanas y provocan un
aumento de producción de taninos que le da un sabor amargo a sus hojas que
disgusta a los rumiantes. Estaría por ver si la piña que nace en primer lugar
es capaz de emitir alguna sustancia bioquímica que actúe como señal para las
matas cercanas y de alguna manera acelere la emisión de la bellota, de la misma
manera que la emisión de etilenos de un plátano maduro acelera la maduración
del resto.
Podría
ser interesante conocer, en primer lugar, si este efecto de “contagio”
observado por el que suscribe se produce efectivamente y no es producto de una
impresión personal. Y en segundo lugar, y ya que la uniformidad en los
nacimientos es un objetivo deseable en las huertas para que esta permanezca
homogénea, sería interesante ver si ese mecanismo de “empatía” entre plantas
vecinas podríamos provocarlo voluntariamente.
(Artículo
publicado en la revista Agropalca nº 53. www.palca.es)