Por Jorge Ramírez Rubio
¿Y ahora quién podrá alimentarnos?
Sin I+D en la pequeña
agricultura y en la acuicultura, perdemos una ventaja competitiva para luchar
juntos contra el hambre. ¿Cuándo empezamos?
Hace unos días leíamos que el príncipe Guillermo,
instaba a las grandes mentes del mundo a enfocarse en salvar este planeta en
vez de buscar uno nuevo, en alusión a los programas espaciales privados.
Seguramente él también está preocupado por el futuro de sus hijos. Para que
entren en sintonía, los expertos coinciden en que al 2050 la Tierra alcanzará
los 10 mil millones de habitantes: habrá 33% más personas demandando 70% más
y mejores alimentos, dado el crecimiento poblacional y el surgimiento de nuevas
clases medias en África, Asia y otras zonas pobres del mundo.
Entre los principales factores restrictivos tenemos la
menor disponibilidad de tierra y agua en la agricultura, los límites de las
cuotas de pesca en los océanos y la demanda de alimento requerido para la
producción de proteína animal. A eso se suman las crecientes preferencias del
consumidor por lo orgánico, fresco y saludable, sin modificaciones genéticas,
químicos o antibióticos, que en su mayoría tienden a reducir los niveles de
productividad e incrementar el costo de producción de alimentos.
En el algunos países latinoamericanos como es el caso de
Perú, Ecuador tenemos una agroindustria de clase mundial que ya trabaja en
incrementar su productividad con nueva genética y mejores técnicas
agrícolas. Las inversiones irán generando resultados paulatinamente. La gran
oportunidad está en la pequeña agricultura, inmensa en extensión y pobre en
productividad. Si le diéramos acceso a sistemas modernos de fertirriego, y a
mejores insumos y conocimientos sobre agricultura sostenible, podríamos
incrementar exponencialmente su productividad.
¿Qué hay de ahorrar agua? La complejidad radica en su
tamaño, dado que al ser muchos y muy pequeños no son sujetos de crédito.
Para ellos necesitamos combinar sinérgicamente los esfuerzos del Estado y el
sector privado, y diseñar un programa de fomento y nuevas opciones de
financiamiento que permitan tecnificarlos, y así generar un círculo virtuoso
para los agricultores, proveedores, consumidores y el mismo Estado. La pregunta
es: ¿cuándo nos ponemos de acuerdo y empezamos?
En las proteínas animales lo que necesitamos maximizar
es el factor de conversión alimentaria (FCA = peso del alimento que provees
entre el peso del animal que obtienes). En el caso del ganado vacuno este
factor es 10, en los cerdos es 4, en el pollo es menos de 2 y en acuicultura
(trucha, salmón o langostinos) es 1.4 o menos. El potencial acuícola del
Perú, por ejemplo es inmenso y, sin embargo, estamos haciendo muy poco para
capturarlo.
La anchoveta es el insumo clave del alimento balanceado para la acuicultura. Se utilizan 4 toneladas de anchoveta para obtener 1 de harina/ aceite, que a su vez representa aproximadamente 1/3 del peso del alimento y que se va principalmente a Asia para alimentar su acuicultura. Podríamos ha- cer una alianza local entre la industria pesquera, los fabricantes de alimentos y los productores acuícolas e investigar conjuntamente cómo incrementar la digestibilidad de la harina/aceite, y bajar el ratio requerido en el alimento balanceado o incrementar la velocidad de crecimiento de la trucha y el langos- tino. Necesitamos mayor inversión en I+D para maximizar el valor económico y nutritivo de la cuota de pesca y —por qué no— crear una nueva fuente protei- ca para el consumo humano directo.
El ODS #2 es “Hambre Cero”. Sin embargo, aún no forma
parte de la agenda priorizada de los gobiernos o los gremios empresariales: de
ahí las declaraciones del príncipe y estas líneas. En la historia, nada ha
unido más a las civilizaciones que las amenazas de enemigos externos y, hoy,
es nuestra misma especie quien amenaza su necesidad más básica. ¿Y ahora
quién podrá alimentarnos? No, no será el Chapulín Colorado. Seremos
nosotros trabajando en construir el planeta que le queremos heredar a nuestros
hijos y nietos.
Jorge Ramírez Rubio es asesor
empresarial en el sector agrario. Ha sido CEO de Camposol y de Marinasol, y CFO
del Grupo Efe. Es administrador de Loyola University New Orleans y MBA del
Tecnológico de Monterrey, y ha llevado el Agrobusiness Program de Harvard
Business School.