
Mónica Velásquez Directora de Comunicaciones
CropLife Latin America
La voz de los agricultores en Europa deja lecciones para el mundo
Marzo 2024
Las imágenes de
tractores y protestas en algunas de las más importantes ciudades y vías
europeas evidenciaron a nivel global el malestar de los agricultores del viejo
continente por las medidas del Pacto Verde y su política de la Granja a la
Mesa.
Desde un escritorio en
Bruselas, suena fácil proponer una disminución del 50% del uso de plaguicidas y
fertilizantes al 2030. Sin embargo, los agricultores, que diariamente se
enfrentan con el clima, las plagas, el suelo, la exigencia de los compradores,
las vicisitudes del comercio y los precios saben que la transición hacia una
agricultura sostenible no se hace por decreto, ni de un día para otro.
Los agricultores
europeos protestaron por la falta de insumos que les permiten proteger sus
cultivos de plagas, malezas y enfermedades, o nutrirlos con fertilizantes, o
por la obligación de mantener tierras en barbecho, y por la competencia en
desigualdad de condiciones de alimentos de otros continentes. Visibilizaron al
mundo sus demandas y la Unión Europea debió retirar algunas de las propuestas,
entre ellas la reducción del 50% del uso de plaguicidas químicos.
Desde América Latina
la noticia puede percibirse lejana, pero en épocas de globalización nada es tan
lejano y basta con dar una mirada a las exigencias que los mercados europeos
hacen a los agro exportadores latinoamericanos para confirmar que muchas de las
medidas del Pacto Verde europeo se están imponiendo a los países exportadores
de alimentos.
Los agricultores
latinoamericanos que exportan hacia los países de la Unión Europea comenzaron a
sentir las exigencias de políticas europeas sobre el uso de insumos agrícolas
desde hace más de una década. Pareciera que las buenas intenciones de avanzar hacia
una mayor sostenibilidad de la agricultura conducen a la lógica de pensar que
la agricultura de América Latina es igual a la del continente europeo y que por
lo tanto son aplicables las mismas prácticas e insumos, desconociendo no solo
el clima intertropical, sino las condiciones socio económicas de la región.
Muchas de las
condiciones de producción que hoy exigen los países importadores de alimentos,
o no son viables o incrementan
significativamente los costos de producción en América Latina, sin
embargo, los compradores en la Unión Europea no están dispuestos a reconocer un
precio justo que refleje estas nuevas cargas económicas.
Ante esta situación,
los agro exportadores, como el clúster del banano en Ecuador, junto a
asociaciones de otros países productores como Paraguay, Colombia y Costa Rica,
han liderado la defensa y promoción de su sector. Han tenido que ir al
parlamento europeo y mantener comunicación con las delegaciones comerciales de
los ministerios de Comercio Exterior para explicar que la agricultura en la
región es cada día más sostenible, pero que es imposible producir bajo los
mismos criterios de Europa en el corto plazo.
Cabe mencionar además
que los agricultores en América Latina, sin subsidios, muchas veces sin
carreteras óptimas que faciliten transportar sus cosechas, para no mencionar
otras dificultades, logran posicionar a la región como la mayor exportadora de
alimentos al mundo. Y esto se ha logrado, por prácticas como la siembra
directa, la asociatividad, las alianzas público privadas, la adopción de
tecnologías y la tenacidad de los agricultores de todas las escalas de
producción.
Es posible implementar
mejores prácticas agrícolas o mejores condiciones laborales, pero querer
avanzar por decreto no es viable, y hacer estas exigencias que obstaculizan al
libre comercio internacional tampoco resulta equitativo y coherente con un mundo
globalizado. Tampoco se trata de que la agricultura no tenga controles y
regulaciones ambientales, se trata de que éstas sean basadas en criterios
científicos y viables, y sean acordadas o consensuadas con los agricultores y
los países.
De las protestas de los agricultores en Europa
nos debe quedar la reflexión sobre la importancia del diálogo con los
agricultores, y no solo con los europeos, sino con todos los afectados por una
política que traspasa fronteras y las soberanías de la región.